Esta es la historia que ambientó nuestro Campamento de Pascua. Es una adaptación hecha por los Viejos Lobos, ya que el cuento original es más extenso. Os recomendamos imprimirlo, leerlo y tenerlo en casa de recuerdo, seguro que así nunca olvidáis ni este campamento ni la historia que le acompaña!
Nos vemos mañana a las 17:00.
Buena caza!
Quiero pensar en lo que fui y olvidar cadenas y lazos; recordar tiempos idos y del bosque cuanto vi. Venderme no quiero al hombre por un montón de cañas, sino huir hacia los míos y entre los míos perderme. Quiero vagar en el alba sentir el viento que corre y recibir el beso de las aguas. Olvidar quiero mis cadenas pesadas y mi dolor todo; revivir mis viejos amores, y ver a mis camaradas.Kala Nag, que quiere decir |
El elefante es un animal casi sagrado en la India, donde
tiene una gran importancia para toda la población. Son respetados y admirados
por su longevidad (viven muchos años), su tamaño, su fuerza y su sabiduría. Y
de entre todos esos elefantes hubo un tiempo en el que destacó Kala Nag, que
quiere decir “serpiente negra”. Sirvió durante años al gobierno de la India de
todas las formas posibles durante 47 años. Su madre le dijo cuando era pequeño
que “los elefantes que tienen miedo terminan por hacerse daño”, por lo que Kala
Nag siguió el consejo y nunca pasó miedo. Por eso pudo superar todos los retos
que se le pusieron por delante y ser el elefante más querido y mejor cuidado de
toda la India.
Kala Nag superaba los tres metros de altura, sus colmillos
habían sido cortados hasta medirle un metro y medio de largo e iban cubiertos
en el extremo con tiras de cobre.
“La serpiente negra” se dedicaba a la caza de elefantes
salvajes, con el fin de que estos también colaboraran con el gobierno de la
India. Era un líder, y a su voz los demás elefantes acorralaban a los salvajes
para que pudieran ser capturados y domesticados.
Sin embargo, había algo a lo que Kala Nag le tenía mucho
respeto, más que a ninguna otra cosa: a Toomai el mayor, su cuidador. Desde
hacía tres generaciones, la familia de Toomai había cuidado de Kala Nag y lo
había convertido en el elefante respetado de ese momento.
Toomai el mayor tenía un hijo, Toomai el chico.
-A mí también me teme-solía decir Toomai el chico. Tenía 10
años de edad y medía poco más de un metro, pero tenía la valentía de un hombre.
Sabía que su futuro era ocupar el puesto de su padre y guiar y cuidar de Kala
Nag. Toomai el chico no hablaba en balde, ya que había crecido a la sombra del
gran elefante, había jugado con él y había conseguido su respeto. Ambos pasaban
mucho tiempo juntos.
Hubo un día en el que, en una cacería de elefantes, Toomai el
chico mostró todo su arrojo. Se metió por entre los elefantes y con la ayuda de
Kala Nag consiguió que todos entraran en la muralla que habían preparado.
Toomai bailaba de alegría, aunque realmente se había arriesgado demasiado. De
no ser por Kala Nag, podría haber salido malparado.
Toomai el mayor, el cual prefería la tarea de cuidar a los
elefantes en el establo, regañó al joven por su atrevimiento, advirtiéndole que
si seguía así se convertiría en uno de esos cazadores nómadas que no tienen un
hogar fijo.
Sucedió que en esos días llegó por el campamento de Toomai
Petersen Sahib, el jefe de los cazadores de elefantes. Enseguida escuchó Sahib
hablar de un joven muy valiente que bien podría convertirse en cazador.
Petersen Sahib admiró la valentía de Toomai el chico, pero no
le permitía unirse a ellos; según él, era demasiado joven para participar en
las cacerías. Así que, con media sonrisa, le dijo al joven: “podrás venir
cuando veas el baile de los elefantes. Entonces será tu momento”.
Tras estas palabras, todos los cazadores de alrededor se
echaron a reír. Al parecer, lo del baile de los elefantes era un antiguo
chiste, ya que nunca nadie lo había visto y se dudaba de su existencia.
Tras esta charla, Toomai el mayor dirigió la marcha de los
elefantes por una ruta hasta la tarde. Al llegar al campamento se encargaron de
atar bien a los animales mientras Toomai el chico se encargaba de darles de
comer. El joven estaba feliz por las palabras de Petersen Sahib y cuidaba de
Kala Nag con brío, mirándolo fijamente. Y así, cantándole a su querido
elefante, se quedó dormido apoyado en él.
Ya en la noche, cuando la luna estaba en lo más alto, Toomai
el chico se despertó. Fue entonces cuando vio como Kala Nag y el resto de
elefantes se incorporaban y comenzaban a desatarse. Entonces comenzaron a
avanzar todos en una misma dirección. El pequeño Toomai corrió tras Kala Nag
diciéndole “llévame contigo, Kala Nag!”. Por respuesta, el elefante retrocedió
y le dejó al chico subirse a su lomo.
Kala Nag y los demás elefantes avanzaron hacia un bosque
cercano, atravesaron un rio y en un punto determinado se pararon
-Esto es, pues, el baile-pensó Toomai el chico para sí mismo.
Allí habían muchos elefantes, todos quietos, mirándose con
respeto. Toomai no tenía miedo, ya que estaba situado en el lomo de Kala Nag.
Entonces empezó el baile. Algunos elefantes comenzaron a bramir, más tarde le
siguieron otros. Otros golpeaban el suelo con las patas, y así estuvieron
durante aproximadamente dos horas, cuando el sol ya se intuía por el horizonte.
A Toomai le zumbaban los oídos y su cansancio llegaba a
límites insospechados. Mientras retornaban al campamento, Toomai el chico giró
la vista y vio como la hierba y la maleza donde había sucedido el baile se
había retirado, dejando un terreno de dura tierra.
Al llegar al campamento, aunque pálido y cansado, corrió a
gritarle a Petersen Sahib que había visto el baile de los elefantes. Solo pudo
decirlo una vez, ya que el cansancio acumulado provocó que cayera desmayado
junto a Kala Nag.
Al despertarse, eran muchos los que no creían en la historia
del muchacho. Pero al tiempo, fueron a comprobar el bosque donde había sucedido
el baile y observaron como sí era verdad lo que decía Toomai el chico.
Los hombres más viejos del lugar no recordaban nunca algo
así. Admiraban a Toomai el chico por haber visto el legendario baile. Machua
Appa, el más antiguo y experto de los cazadores, estaba muy sorprendido de la
hazaña de Toomai:
-Escuchad, hermanos. ¡Soy yo, Machua Appa, quien habla! Este
pequeño ya no se llamará Toomai el chico, sino Toomai el de los elefantes, como
se llamó su bisabuelo. Lo que jamás vio hombre alguno lo vio él durante toda
una noche… porque es el favorito del pueblo de los elefantes. Llegará a ser un
gran ojeador, a seguir la pista con ojo seguro y nunca recibirá daño por parte
de los elefantes. ¡Homenaje a él, señores! ¡Saludad a Toomai el de los
elefantes!
Al escuchar estas últimas palabras, los elefantes allí
presentes alzaron las trompas hasta tocarse la frente y profirieron un gran
saludo, al nivel del mismísimo virrey de la India.